Rockódromo en la gran cancha de la #TierraDeMúsicos vol.II

Cerca de diez mil personas llegaron a cerrar esta XIV versión del Rockódromo, con nuevas propuestas para la escena musical, bandas extranjeras y obvio, los grupos que han marcado a generaciones en Chile. ¡Así se vivió Rockódromo 2018!

Aunque el día de ayer comenzó con un gran sol en el Parque Alejo Barrio, con el que se recibió a las bandas Perro Bomba, Contra Corriente y Yachaskay, que llegan con su Ska calameño.

La cancha comenzó a verse más concurrida a eso de las 16:00H con Sanguinius Terra, de Chillán, Elemento Dual con su beats conscientes de hip-hop.

Para la llegada de Camino de Tierra (Magallanes) y La Teja Pride (Uruguay) ya habían unas mil personas entre los tres escenarios y la feria de diseño independiente que se levantó  a la entrada del parque.

Con Ases Falsos, las nubes taparon el sol, pero eso no evito que  el puerto coreara las  canciones. Incluso se dio un espacio para movimientos ciudadanos que intervinieron el escenario contra la termoeléctrica Los Rulos de Limache. Voces políticas similares se escucharon a lo largo de la noche.

Sin duda, Efecto Mandarina de Bolivia, que apareció en el escenario Andes a las 20:00H, sorprendió con su Jazz y luces de Soul. El registro de Verónica, la vocalista, te hace cerrar los ojos para combinar sonidos con el teclado frenético de Diego Ballón, un bajo de seis cuerdas juega con la batería, paseándose por un espectro de ritmos que te dejan sin palabras. Ya tienen cinco discos y el sonido lo explica todo.

“Las bandas que lideran siempre en eventos es el folklore -en Bolivia- pero está creciendo una movida como esta, con bandas de jazz, funk, rock. Siempre es bueno este tipo de plataformas que te ayudan, que hacen la red”, comenta Verónica.  “Aquí en Chile hay una industria más grande y una cultura de festival, que no hay en Bolivia, así que es increíble”.

Otra banda que no pasó desapercibida fue Malicia, que ya viene con un año y medio, además de la participación en el Festival Fluvial de Valdivia, de donde provienen. Surgieron como un proyecto de tesis en formato vinilo para electrónica y de pronto se encuentran en el Rockódromo.

Su sonido, al igual que su estética, es bastante particular. Pablo, el guitarrista: “Me gusta decir que es post-pop, porque va un paso más allá, con trip-hop y psicodelia. Con harto de canción de radio, es re-honesto en este sentido”.

Sube Movimiento Original al escenario y la gente se revuelve. Las rimas que marcaron generaciones hizo bailar a las personas con sus beats y algunas mezclas también.

“Estamos felices aquí. La idea es unirse, independiente del género, sea rap o rock, hay que unirse” comenta Aerstame.

Redolés con su lírica crítica e irreverente estuvo presente junto a La Kochina Larry. Todos se preguntaron ¿Quién mató a Gaete?

Así, el poeta se despidió y preparó el escenario para La Floripondio, con su inigualable sonido llevó al público a bailar contra las rejas. “Métanse la termoeléctrica por la raja” gritó la banda desde el escenario.

Entre el show, un joven de espíritu, por no decir un adulto mayor, intento cruzar las rejas para llegar al  grupo del Macha y Neira. Guardias tuvieron que intervenir en el acto, mientras por sus cabezas saltaba un sostén y las personas empujaban las rejas.

“Estas son las cosas que se deben hacer más a menudo, son necesarias para el alma de la gente y los artistas. porque los artistas chilenos estamos en un descampado” dice Redolés “porque el arte siempre tiene un rol y es contrario al de la política. Es decirle a las personas: levántate y lucha por un destino mejor”.

Pascuala Ilabaca se robó el escenario entre tanto ska y cumbia rock con su Newfolck, relajando el ambiente que se había vivido hace unos minutos.

Siempre homenajeando a los pueblos indígenas, saludando a Bolivia y Perú. Su show tuvo la particularidad que fue traducida en lengua de señas y con este doble lenguaje exigió inclusión en el arte para la comunidad sorda, como también mar para Valparaíso.

“Chile tiene artistas súper críticos, pero yo creo que a veces nos marginamos de programas como Las  Escuelas de Rock por que son del Estado” piensa Pascuala.  “Los llamo a sentir que el Estado debe garantizar a las personas los derechos y necesidades básicas. El arte es una necesidad básica. Así que hay que utilizar las Escuelas de Rock, los fondos y no marginarse por no ser parte del Estado. Los llamo a no ser un invunche ni a caer en la auto-flagelación”, concluye la acordeonista.

Esta inédita versión del Rockódromo terminó con cientos de Juanitos, chanchitos de todos los colores y vestimentas, sobre un mar de manos. Chancho en Piedra, ad portas del cuarto de siglo volvió a conquistar a Valparaíso, una de las ciudades que recibió sus primeras giras.  

“Viva el Rockódromo y las Escuelas de Rock” fue lo último que se dijo sobre el escenario despidiendo a diez mil personas del parque, esperemos, sea nuevamente el punto de encuentro.

 

Fotografía: María José Sáez

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