José Luis Painecur, niño mapuche lafkenche fue muerto y entregado a la naturaleza como sacrificio en el año 1960, luego del terremoto más grande del cual se tenga registro en el mundo.
Es la 1:30 de la mañana. Se abre un telón imaginario y un hombre casi en penumbras -que primero será el “shico” y después se llamará Ernesto- comienza a hablar de un mito y luego de un sacrificio humano, a manos de una machi y dos ayudantes.
Cambio de luces.
El relato se interrumpe. Beto y Rodrigo entran a escena. Giro desconcertante. Paredes blancas, sillas negras, un proyector y una cámara de video. Tres estudiantes de derecho, convencidos de que su profesor los quiere reprobar, luchan contra el reloj que con su sonido incansable les anuncia que la hora de su propio sacrificio -el de su examen de Penal- está cerca.
Cambio de luces.
Melisa llega de imprevisto. Tensión. Risas esporádicas de la audiencia. El cuarteto debe desarrollar un caso que no tiene un fallo de referencia. Se perdió, quizás alguien lo escondió. Lo que es visto como un desastre por los tres jóvenes, es una oportunidad para la única mujer del equipo.
¿Hasta que punto es condenable un hecho cuando el contexto cultural es tan diferente al propio? Quizás esa es la pregunta que subyace en esta obra que regresa a las tablas por el mes de abril.
“Painecur” está basada en un caso real. Sin embargo, si es real o no, está lejos de ser lo más importante de su trama. La obra es una invitación abierta a cuestionar nuestras creencias, trayendo al presente un acontecimiento de hace casi 60 años.
Eduardo Luna, escritor y director de la obra, confronta lo mítico de la cosmovisión mapuche con lo punitivo de la moral chilena, a través de una dramaturgia dinámica en la que se entremezclan diálogos desenfrenados y una ironía muy particular, con el dramatismo y la seriedad que requiere esta temática.
Si el apremiante paso del tiempo, encarnado en un reloj que no deja de sonar y el cambio de atmósfera a través de la iluminación son determinantes en el ritmo dramático, lo es increíblemente más la forma en que sus protagonistas se transforman a lo largo de la historia.
«Painecur» instala una diferencia radical entre lo chileno y lo mapuche. Rescata y valoriza una cara del mapuche ancestral y sumamente espiritual que se enfrenta de golpe con una sociedad que poco puede comprender cuando en sí misma posee diferencias e incoherencias realmente profundas.
La obra abre una serie de heridas respecto a nuestros prejuicios, que no sólo se oponen a un hecho que en nuestra noción occidental es terrible, sino que a muchos otros que nos permiten cuestionar el sentido de las leyes y de nuestra identidad. Porque «es tan chileno fundar su identidad a partir de lo que no es», versa en un momento.
Lejos de proponer una solución radical a las problemáticas que plantea, esta pieza teatral introduce diversos puntos de vista para ser resueltos por la propia audiencia.
En tiempos de violencia y falta de entendimiento con los pueblos originarios, «Painecur» nos invita a ser conscientes de otras formas de interpretar la realidad y de habitar el mundo. Formas que a veces contradicen nuestras concepciones de lo que está bien y mal, y del significado de la vida y la muerte.
«Painecur» es la obra más reciente de la La Familia Teatro, fue estrenada en diciembre del año 2017 y no ha dejado de girar. Ha sido aclamada por la crítica y galardonada con los Premios Juan Radrigán a Mejor Dramaturgia, Mejor Elenco en los X Contadores Awards y Mejor Dramaturgia en los Premios Literarios del Ministerio de las Culturas, Las Artes y el Patrimonio 2018.
Su reestreno se enmarca en la celebración de los 15 años de la compañía, la que además decidió lanzar una edición con un libro de la obra. Se presenta hasta el 27 de abril en Teatro Mori Bellavista. Funciones viernes y sábado a las 20:30 hrs.
Entradas
$8000 general / $4000 estudiantes y tercera edad

Texto y fotografías por Va Sofía