Festival En Órbita: Melomanias sintonizadas

Con una duración de cinco días y con un cierre musical en el Planetario de Santiago, el festival En Órbita es una propuesta particular para quienes gustan de la música  en todas sus facetas.

Sin duda este 2017 fue un año que trajo sonidos que resuenan en los oídos de todos y todas. Sea por bandas poseedoras de  una trayectoria que te remonta a años pasados, como Bon Jovi y  U2, o porque simplemente han logrado cautivar masas como Bruno Mars y Justin Bieber.

Sin embargo, en el espectro musical existen armónicos menos recurrentes en los audífonos de las personas.  Y quienes disfrutan de la experiencia sonora más allá del hit del momento, saben las desventajas de ser exploradores de nuevas propuestas.  Para ellos y ellas existe En Órbita.

En su segunda versión, el festival realizó una previa de charlas con diversos artistas y productores musicales. El sábado 16 de diciembre, cerró con tres escenarios simultáneos.

Comenzando con Dz Deathray y Fármacos, pasamos por otras bandas nacionales. The Ganjas, que con su sello de guitarras neo psicodélicas atrae a su público desde más de quince años. El trío Adelaida se subió al escenario unos minutos antes de lo previsto, pero con una energía estridente que compartieron por medio de su shoegaze.

Jurel Sónico nos cuenta “es bacán que nos pongan  en un cartel como este festival, que se destaca por su curatoría, las personas melómanas que gustan de bandas más under,  más alternativas, que están en vías de desarrollo”. 


                 

En esa misma línea, se presentó  The Kite String Tangle, un proyecto solista del productor australiano Danny Harley. Esta es su segunda presentación en Chile. Durante noviembre se presentó su pop electrónico  en  Fluvial, el festival de música independiente en Valdivia.

“Me gustaría volver pero entiendo que este es un festival muy de nicho. En Australia me presento con un show mucho más grande, con luces, pantallas, toco con una banda, muchos músicos en el escenario” nos cuenta Harley “¿Sabes? En estos escenarios uno se siente más vulnerable, no te puedes esconder”.

Paralelamente se presentaba Damo Suzuki, considerado el creador del post-punk, nos presentó, junto a músicos chilenos,  Suzuki´s network.

El público reunido en torno al escenario  parece estar en una aparente calma hipnótica. El ex-vocalista de Can,  por medio de su voz, en un papel de instrumento sintético, nos  sintoniza con su estridente e intenso mundo interno.

Otro grupo cautivante fue Les Deuxluxes. Un dueto canadiense potente que te remonta al rock clásico de los 60. Con un estilo rebelde,  Etienne Barry toca la batería entre otros instrumentos, mientras la vocalista Frences Mayer, toca la guitarra y coquetea con el rock electrizante de sus canciones.

Se presentaron el año pasado en Fluvial y cerraron su gira por latino américa. “Fue un gran show, tenemos el corazón lleno. Entregamos el 100%” comenta Frances.  Fue un público mágico”  Etienne agrega “El publico estaba sentado en el pasto y se levantaron. eso te hace sentir genial. La música hace el mundo girar y no es sobre dinero, es un trabajo honesto y auténtico”.

Otras de las bandas que ocuparon los tres escenarios simultáneos fue la australiana Alie Barter,  Night Beats – una banda de rock psicodélico con tintes de folk y soul que debes agregar a tu playlist de este 2018 – y Parquet Courts que llevó al público al borde del escenario durante la hora que fue la duración de su show, además del mítico Lee Ranaldo y su disco «Electric Trim» .

La argentina Juana Molina se subió al escenario a eso de las 21:00 hrs, junto a Diego López  y Odín Schwartz.  Con más de 20 años sobre el escenario, volvió a encantar a centenares de personas con su folk pop, que te lleva desde un minimalismo acústico hasta una euforia eléctrica con teclados, loops y guitarras.

El festival cerró una hora antes de lo previsto debido a las elecciones del día domingo. Cigarretes After Sex fue el último grupo en tocar. La banda de Texas  presentaron sus melodías íntimas,  sumergidos en un dream pop, de una extraña nostalgia que nos recuerda las vibraciones profundas de Mazzy Star.

En definitiva un festival de una melomania sibarita, con delicada armonía en su variedad sonora y sumergido en un espacio urbano central de Santiago que no acostumbra a convivir con la frágil línea entre sonidos y arte.  

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