Juan Mateo O’Brien y los mil días de Los Vidrios Quebrados (Extracto del prólogo)

Los Vidrios Quebrados éramos un cuarteto muy fusionado que nos hacía casi indistinguibles los unos de los otros, yendo siempre juntos a comprar cuerdas de guitarra, pedir discos prestados, visitar amigos o comer un helado. Buscábamos con ardor que el mismo acoplamiento que expresábamos en nuestra vida de amigos inseparables se extendiera a nuestra música. Queríamos vivir y sonar tight, es decir, apretados, ceñidos, circunscritos. Era nuestra mayor aspiración: sin fisuras. Con o sin razón creíamos en las habilidades de cada uno y confiábamos a rajatabla en las decisiones del colectivo y, sobre todo, en la genialidad del guitarrista Héctor Sepúlveda. Por supuesto, no siempre llegamos a buen puerto, ¡pero sí que le hicimos empeño!

En realidad, éramos un amasijo de contradicciones enfrentados a los valores reinantes en Chile, sin mucha madurez pero bendecidos por una clarividencia que nos otorgaba la fraternidad. ¿Cómo podía ser de otra forma si frisábamos los veinte años de edad, período dominado por la ruptura con los padres y el sentimiento tribal de la juventud en donde prima la fidelidad a los amigos? Y ahí estuvo nuestra suerte. Nos tocó vivir una de las épocas más creativas del siglo, donde predominaba el esplendor de lo joven con sus fulgores y miserias en el camino hacia lo que pensábamos era un nuevo entendimiento entre los hombres.

Cincuenta años después de Fictions, el Santiago que hoy conocemos es muy diferente. Deambulo por la Plaza Yungay, bajo a la Plaza Brasil y al barrio Concha y Toro. El entorno renovado y colorido del sector me entusiasma. Me detengo más abajo en calle Cienfuegos, frente al caserón de la familia del baterista Juan Enrique Garcés. De súbito se agolpa en mi memoria el recuerdo y el agradecimiento a esa familia que, a pesar de nuestro desdén de niños engreídos, hizo posible el sueño musical de Juan Enrique y también el de su banda, la liderada por Héctor, la banda de nosotros cuatro: Los Vidrios Quebrados.

Extracto del prólogo de «Ficciones. Los Mil Días de los Vidrios Quebrados», cortesía de Gonzalo Planet.

Comparte esta noticia:

Otras Noticias