Cáncer de Tetas

Tea Time Inmortal

Semana negra para la música chilena. Las acusaciones de Valentina Henriquez dejan muy poco espacio para la duda, su relato es tan sólido como las imágenes que lo acompañan y, a pesar de las insuficientes medidas cautelares, es de esperar que la investigación siga su curso, a ver qué nos dice la justicia de todo esto.

Es repudiable la violencia sostenida de la que acusan a Tea Time y exageradamente hoy está en la palestra del enjuiciamiento público, marginado del principal proyecto musical de su vida y vetado en radios y locales. La noticia llegó como si fuese el síntoma definitivo de un tumor cuasi terminal que Los Tetas no alcanzaron a diagnosticar a tiempo y los dejó en cuidados intensivos.

Las bandas son organismos vivos compuestos por personas, talentos, egos diferentes y así como tal requiere de cuidados que lo mantengan sano y fuerte para perdurar en el tiempo, no sólo como una empresa rentable económicamente, sino también como grupo humano cercano, de confianza, que refleje complicidad tanto arriba como abajo del escenario.

Los Tetas, con sus altos y bajos, venían de celebrar dos décadas de carrera y estaban ad portas de estrenar un anhelado nuevo material, auspicioso año para ellos. Pero los excesos de Camilo alimentaron la enfermedad hasta hacerla lo suficientemente fuerte como para terminar manifestándose de forma violenta y explosiva.

Extirparon el tumor y el cuerpo quedó malherido. Ahora está en Rulo y Cee Funk tomar una decisión sobre el futuro del proyecto. Los fans, que estamos tan consternados como ellos confiamos en que tendrán el criterio para tomar las decisiones correctas y no permitirán pasar por alto una vez más este tipo de situaciones.

Manifiesto todo mi respeto y admiración a Los Tetas y su trayectoria, aunque les reprocho no haber sido capaces de ver lo que estaba pasando con su colega, con su compañero de banda. Su equivocado comunicado de prensa, fue evidencia de que la enfermedad se gestó por mucho tiempo, pero no pusieron atención a los síntomas.

La noticia se viralizó y ahora Tea Time es materia de repudio nacional debido a la historia que contó Valentina. Unos la han comprobado, pocos la han desmentido y la gran mayoría llenó las redes sociales de balbuceos violentos y juicios personales completamente innecesarios. “Trogloditas de internet” me gusta llamarles, son como la maleza, sobran en todas partes.

¿Qué es eso de “ya se comentaba esto”, “todos sabían”, “ese hueón siempre fue loco”, “y por qué no denunció antes”? hagámonos cargo, abracemos el trasfondo real, esa misma bravata virtual llevando el tema de conversación a nuestros círculos cercanos, pero con altura de miras, responsabilidad y sobre todo sin violencia.

Ese “todos sabían” es la omisión del síntoma, es el no querer darse cuenta de cómo evoluciona la enfermedad, de cómo el tumor va adquiriendo fuerza y ganando protagonismo en la vida de personas talentosas, pero que no son capaces de luchar contra sus propios demonios internos. En el mundo de la música está lleno de casos de excesos, conductas agresivas y autodestructivas, pero están tan normalizadas que suelen ser pasadas por alto.

Ojalá no termine dando lo mismo. Ya no importan ni siquiera las elucubraciones. La historia está narrada y aprobada por la mayoría, lo que venga después será para los archivos y, aunque haya desmentidos, el daño es irreparable. El tumor explotó causando daño a su carrera, a su banda, a sus fans y por último, pero no menos importante, a Valentina.

Nos queda el dolor de ver caer a un referente y la pregunta de por qué un adulto de 39 años y que tiene un mínimo de responsabilidad social como artista y personaje reconocido, no haya tenido el carácter e inteligencia suficiente como para darse cuenta que al frente no tenía una par, sino una chica de 22 años que terminó hundida en lo más tóxico del cliché del rapero gangster.

Foto de Jaime Valenzuela

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